No murieron, llegaron a la cumbre. Ascenso al Iztaccíhuatl

Por: Rodrigo Bernardo Gordillo Yáñez 

Instagram: @rodoberna 

Van casi 2 años desde mi primera cumbre, una experiencia que, sin lugar a dudas, me marcó para siempre. Llevaba un año haciendo calistenia y ejercicio funcional 6 días a la semana, una dieta balanceada y mi condición física se encontraba en un estado inmejorable. Fue bajo estas circunstancias cuando me invitaron a participar en una expedición hacia la cumbre del inactivo volcán Iztaccíhuatl.

Parecía cumplir los requisitos sin problema, así no lo pensé dos veces y acepté. El día llegó. Era un sábado de noviembre, a las 7 a. m. Emprendimos el viaje rumbo al campamento base que estaría en las faldas del volcán, en una zona denominada “La Joya”. Una vez ahí y después de instalar las tiendas de acampar, emprendimos una caminata de aclimatación de aproximadamente dos horas con el fin de irse acostumbrando a la falta de oxígeno que existe a esas alturas.

Volvimos al campamento e iniciamos una comida ligera para luego pasar un rato de convivencia con los miembros del equipo. A las 6 p. m. y después de recibir todas las instrucciones, nos fuimos a dormir entre un frío que helaba la sangre. Casi no se duerme, pero se hace el intento. A las 12:30 a. m. despertamos, desayunamos avena e iniciamos la travesía media hora después.

La ruta contiene distintos puntos conocidos por los montañistas para ubicar el camino. Nosotros subimos por la ruta más famosa, la Ruta de Las Rodillas que está conformada por los siguientes puntos: Primer Portillo, Segundo Portillo, Tercer Portillo, Cuarto Portillo, El Refugio de los 100, La Cruz de Guadalajara, Las Rodillas, Glaciar la Panza y, finalmente, La Cumbre a 5286 msnm. El frío era sumamente incómodo en un principio, pero poco a poco fue cediendo. Nuestra aventura apenas comenzaba. 

Continuará…

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