Inspirar a brochazos

Por: Carlos Zermeño

Hace algunos meses, luego de muchos esfuerzos, míos y de mis colegas, logramos que la universidad donde trabajamos nos cediera una barda pintada de blanco para escribir una frase que quedó muy bonita: “Estamos a nada de serlo todo”. La pinta, además de embellecer un espacio que antes era gris, hermana nuestra barda con miles alrededor del mundo.

¿Lo mejor? Que la firmó Armando Alanís Pulido, un poeta de Monterrey que en 1996 tuvo la genial idea de sacar la poesía de los libros y ponerla en el sitio donde más importa y hace falta: la calle.

Con recursos sencillos (barda blanca, letras negras) que luego interpretaría como una metáfora (página blanca, letras negras), el “bardo de las bardas” se dispuso a pintar frases lindas, curiosas, que hacen sonreír o dan pie a la reflexión.

Luego, se inventó unas reglas bien sencillas: mayúsculas, letra de molde, no más de ocho palabras y una firma: “Acción Poética”.

Y hasta tiene slogan: “Sin poesía no hay ciudad”. Todo muy publicitario y pegajoso porque la poesía no tiene que ser aburrida. 

Hoy, el regiomontano llama “movimiento” a eso que inventó hace más de veinte años porque, un buen día, a Internet le dio por “viralizar” las bardas y, por supuesto, salieron cientos de imitadores que ahora producen pintas similares en más de treinta países. 

El movimiento está en proceso de expansión, intentando hacer de Acción Poética una empresa cultural, una marca, una señal de identidad.

Su objetivo es que el proyecto pase de la viralidad y la ocurrencia, que salga de las redes sociales, que entre al imaginario de las personas y las inspire. 

Para Armando Alanís, la ciudad la hacemos caminándola, contemplándola, pensándola. Por eso, la ciudad debe devolvernos una imagen buena, amable, esperanzadora. 

Bardas blancas, letras negras; frases contundentes, palabras amorosas.

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