De Tlaxcala a la canasta y de la canasta a la panza
Por: Culto
Los tacos son ese alimento que no puede ni debe faltar en la pirámide alimenticia de los mexicanos. De suadero, pastor, carnitas, guisado; el tan conocido taco placero, y algunos otros que son típicos y que se encuentran en las esquinas de la Ciudad de México, en construcciones, afuera de oficinas y otros lugares más: los tacos de canasta.
Procedentes de San Vicente Xiloxochitla, en el estado de Tlaxcala (sí, aquel lugar del que tanto hacemos bromas sobre su existencia), los taquitos de canasta a la hora de la comida, en el desayuno o por simple antojo, llegaron para salvar al chilango.
Más del 80 por ciento de las familias que viven en esta localidad, se dedican a esta actividad, y es por esto que se celebra la “Feria del Taco de San Vicente Xiloxochitla” el primer domingo de diciembre (ya se nos pasó, pero por si quieren ir el que viene).
Se cuenta que el genio detrás de este antojito fue Marcial Balderas, quien durante los años cincuenta utilizó una canasta y una bicicleta para transportar su producto. Con esto se dio inicio a una de las actividades más comunes en nuestra ciudad, donde desde temprana hora los vendedores de tacos de canasta se levantan a preparar el frijol, adobo, chicharrón, papa, sus infalibles cebollitas y salsas.
Luego, llega el momento de doblar los tacos, meterlos a la canasta sobre el plástico azul, cubrirlos con su franela y montarlos en una bici para recorrer las calles de la ciudad y ser probados por comensales que están dispuestos a pedir hasta dos o tres órdenes.
Y ustedes, chabacanos, ¿cuántas órdenes de tacos de canasta quieren?