Burócratas, feligreses y Pedro Infante: el centro de Cuajimalpa

Burócratas, feligreses y Pedro Infante: el centro de Cuajimalpa

Bajé del camión en el centro de Cuajimalpa. Pasantes, barrenderos, merolicas y personas que piden donaciones para apoyar a los animales callejeros se aglomeran en la explanada que en algún momento inició una coreografía que nunca supo cómo detener. Aún a las 12:00 de la tarde, el frío se rehúsa a abandonar Cuajimalpa, como si tuviera una deuda sin pagar y se debe solventar por los vecinos.

Al centro de la explanada hay un foro dedicado a Pedro Infante, con un busto de bronce del cantautor que, irónicamente, lleva el cubrebocas de algún bromista. Justo detrás de éste está el museo que cuenta la vida y obra del cuarto Rey Mago de Cuajimalpa -aunque, a diferencia del especial de Netflix de Omar Chaparro, se asemeja más a la bodega de un coleccionista de chácharas edición limitada-. Las personas que lo visitan son las y los nostálgicos de la música de antaño, que prefieren utilizar sus últimos 10 pesos para ir a escuchar sus canciones que usarlos para llegar a sus casas.

Al este se encuentra la parroquia de San Pedro Apóstol, cuya apariencia convencional y poco llamativa sirve como escondite perfecto para el Grupo de Oración, Liberación y Exorcismos; mujeres y hombres salen del edificio tranquilamente, tratando de pasar desapercibidos como cualquier otro feligrés que pide por salud y dinero, buscando ocultar que fueron desahuciados por Dios y recibidos de brazos abiertos por el Diablo.

Al norte y oeste están las infames oficinas gubernamentales, en donde los únicos que no sufren son los compadres y comadres de Adrián Rubalcava, el alcalde; los demás, los ordinarios, no son atendidos por olvidar llevar una pluma de tinta negra al tedioso trámite. La vista de cualquiera se cansa con tan sólo mirar en esa dirección.

Al sur está una pequeña placita que solo invita a la relajación por un Domino’s Pizza que está hasta la esquina oeste, todo lo demás son negocios necesarios, pero que nadie quiere visitar por voluntad propia: Coppel, BanCoppel y la Clínica de Especialidades Dentales Ortiz Guardiola.

Donatarios insistentes en quitar, mínimo, 30 pesos a quien se cruce; merolicas que opacan la música de Pedro Infante con sus gritos; feligreses rescatados de las garras de la malicia; burócratas que nunca parecen estar de buen humor. En la explanada de Cuajimalpa vi más que suficiente en tan poco tiempo.

Regresé a casa fatigado. Odio los gentíos.

Esta crónica fue escrita por Álvaro Cárdenas.

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