Diarios Chabacanos, 21 de junio
Por: Chabacanito
Twitter: @SemElChabacano
Lo hecho, hecho está.
Juana y Pancho llevan poco más de dos semanas conmigo y ahí la llevamos en la conformación familiar. Pancho ya aceptó que su antiguo dueño no regresará, nomás que aún no entiende que su nuevo “padre” (qué raro autonombrarse padre) soy yo. Algunas noches duerme conmigo y con Juana en mi cama; yo me despierto con los músculos contracturados por dormir en posiciones muy extrañas y extremas, rayando en lo Cirque Du Solei.
Juana es ama y señora de toda mi casa, aunque para ella es su casa y Pancho y yo somos los invitados. Es bastante mandona y gritona, especialmente cuando me siento en el comedor a comer; corre hacia mí, se sube a la mesa y empieza la batalla campal para ver quién se queda con la pechuga de pollo asada. Al principio ella siempre salía victoriosa, pero ahora ya le estoy agarrando más la maña. Muy en la pelea, eso sí, pero siempre anda ronroneando, y eso me encanta.
En algún momento de mi vida una chica (a la que yo llamé injustamente la “loca de los gatos” y hoy me arrepiento) me dijo que el ronroneo de los gatos es regenerador, tanto para ellos como para nosotros; algo de la frecuencia o vibración, creo, ayuda al cuerpo dañado a recuperarse con más rapidez.
Pancho… ay, mi Pancho. Se nota a kilómetros que está sufriendo de melancolía. Se echa frente al ventanal y observa durante horas a la gente y a los perros que pasan por nuestra calle. No les ladra, no se emociona, sólo suspira de vez en cuando y me voltea a ver con sus hermosos ojitos de máquina de lástima. Yo no puedo contra esa mirada y pongo todo en pausa para acostarme con él en el suelo y apapacharlo. A veces esto lo reconforta y me mueve la cola como rehilete; otra veces ni se inmuta antes mi cariños y sigue observando desde la ventana.
Esta fue otra entrega de nuestros Diarios Chabacanos, te esperamos pronto para que te deleites con los nuevos diarios que nuestro Chabacanito trae para ti.
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