La Fiesta de Todos Santos
Por: Jesús Orellana
Cuando piensas en Halloween o en el Día de Muertos, rápidamente recuerdas las divertidas fiestas que se dan y los escalofriantes disfraces que hay en esta temporada, así como máscaras y demás utensilios.
El Día de Muertos o el día de Todos Santos, es una celebración que nos permite de manera respetuosa, honrar y venerar a nuestros seres queridos que partieron de este mundo.
Con la intención de conmemorar el Día de Muertos, te vamos a contar una historia popular sobre esta fecha.
La leyenda de la Fiesta de Todos Santos
La historia nos ubica celebrando el día de Todos Santos.
El pueblo se preparaba para darle la bienvenida a sus casas a todas las almas que en vida fueron grandes seres queridos.
Todos estaban listos para celebrar el día de Todos Santos, excepto un señor rejego que no respetaba esta tradición ni creía en ella.
El señor prefería ir a trabajar y durante su jornada, por la ventana observaba que pasaban muchos muertos cantando, bailando y todos llevaban regalos a montón.
El señor no estaba ni asustado ni sorprendido.
Fue hasta que vio a sus propios padres que tristes solo portaban una hoja de wax y una jícara de enchiladas, gracias a que su esposa les puso esa pequeña ofrenda.
Aquel señor pasó de rejego a arrepentido, pues sus papás iban tan austeros a comparación de los muertos que portaban ropa, joyas, juguetes y comida.
Las consecuencias de no seguir la tradición
Arrepentido y con remordimiento, salió del trabajo y corrió a hablar con sus padres, les dijo que lo disculparan por no creer en la tradición.
Él hombre les pidió que por favor lo esperaran para hacerles una ofrenda igual de grande como las demás.
El papá del señor lo miró fijamente y le contestó que sí quería, podía dejarle una ofrenda en el portal de la iglesia, antes de que empezara la misa.
El señor regresó corriendo a su casa y sin darle explicaciones a su esposa, mató a un puerco y a algunos pollos para hacer tamales grandes.
En el momento que terminó de preparar los tamales, le dijo a su esposa que él iba a tomar una siesta.
Ella terminaría de cocer los tamales y que los probara; el señor tuvo una siesta eterna y no pudo despertar jamás.
Los tamales y la ofrenda que se hizo para los papás del señor, fueron los que se comieron los que asistieron a su velorio.
Chabacanos, seguramente este fue un final irónico, pero sobre todo, fue sorprendente.
Pues a pesar de que el hombre pudo corregir la ofrenda, esta historia nos deja una lección de vida y es no olvidar nunca a nuestros seres queridos difuntos.
A pesar de no poder verlos, tocarlos o escucharlos, hay que ser agradecidos por lo que nos dieron en vida y siempre honrar su memoria.
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