El Hombre Invisible, una historia de suspenso
Por: Rodrigo Quezada
Instagram: @rodri_thedude
El Hombre Invisible, una historia de suspenso y ciencia ficción dirigida por Leigh Whannell (creador de la saga de terror Saw), nos propone de inicio el agitado escape de Cecilia Kass (Elisabeth Moss) de las garras de su abusivo y controlador esposo, Adrian Griffin (Oliver Jackson Cohen).
A lo largo de la película, descubriremos el horror del que fue presa, el cual está dispuesto a seguirla a donde quiera que vaya.
Lejos de su esposo, Cecilia se queda con su amigo y policía James Lanier (Aldis Hodge). En un principio batalla para rehacer su vida, hasta que se entera del fallecimiento de Adrian, lo que tendría que ser un gran alivio.
Entre lágrimas y sollozos le confiesa a James y a su hermana Emily (Harriet Dyer), los abusos que sufrió mientras vivió junto a él en una ultra moderna casa cerca de San Francisco, California.
Lo que parecía un desenlace feliz, pronto se convierte en una secuela de la pesadilla que había vivido. Cecilia empieza a sufrir una serie de ataques que parecen provenir de su difunto esposo.
El precipicio de horror aumenta y poco a poco la protagonista va quedando aislada, pues sus acusaciones son puestas en duda, y más allá de creerle, piensan que está enloqueciendo debido al trauma.
La tenaz y brillante actuación de Moss cumple a la perfección, nos arroja del horror del abuso a la desesperación porque nadie cree en sus acusaciones.
Esta película, un rescate del fallido universo oscuro de la Universal Pictures, nos propone una actualización a la historia de H.G. Wells: El hombre invisible.
Sin embargo, esta fresca adaptación protagonizada por una mujer sirve más como una metáfora en la que el abuso y control al que son sometidas proviene de una fuente invisible, más real que los monstruos de las películas.
Como en El Chabacano los queremos mucho y no queremos que anden buscando por todos lados, aquí les dejamos el enlace para que puedan ver el remake de El Hombre Invisible en Cuevana. Pero no le digan a nadie, ¿va, chabacanos?